Carta confirma que suicidio fue planificado
La carta que dejó a sus seis hijos antes de morir es una apología de su carrera. En ella, García lamenta “sufrir injusticias y circos”, asegura que “no hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riqueza” y lanza un amargo mensaje al calificar su suicidio de “muestra de desprecio” hacia sus rivales políticos.
La leyó su hija Luciana en el salón de actos del cuartel general de la formación a la que el político estuvo vinculado desde sus inicios. “Cumplí la misión de conducir el aprismo al poder en dos ocasiones e impulsamos otra vez su fuerza social. Creo que esa fue la misión de mi existencia, teniendo raíces en la sangre de ese movimiento”, escribió García, quien gobernó en dos periodos no consecutivos, en los ochenta y en la pasada década. Después del golpe de Estado de Alberto Fujimori se exilió en Bogotá y en París. Sufrió la persecución del exmandatario y, a pesar de que las circunstancias de las actuales investigaciones no guardan ninguna relación con lo sucedido entonces, su última carta hace referencia a una campaña en su contra.
“Nuestros adversarios optaron por la estrategia de criminalizarme durante más de 30 años. Pero jamás encontraron nada y los derroté nuevamente, porque nunca encontrarán más que sus especulaciones y frustraciones”, afirma. “En estos tiempos de rumores y odios repetidos que las mayorías creen verdad, he visto cómo se utilizan los procedimientos para humillar, vejar y no para encontrar verdades”, continúa García.
“Por muchos años me situé por sobre los insultos, me defendí y el homenaje mis enemigos era argumentar que Alan García era suficientemente inteligente como para que ellos no pudieran probar sus calumnias”, dejó escrito.“La historia tiene más valor que cualquier riqueza material. Nunca podrá haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano. Por eso repetí: otros se venden, yo no”.
“Cumplido mi deber en mi política y en las obras hechas en favor de pueblo, alcanzadas las metas que otros países o Gobiernos no han logrado, no tengo por qué aceptar vejámenes”, prosiguió en su carta a sus hijos. “He visto a otros desfilar esposados guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos. Por eso, les dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones; a mis compañeros, una señal de orgullo. Y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse”.